Marcelo Forni

¿Por qué no quieren a la empresa?

Aparentemente es una pregunta que resulta fácil de responder. El concepto de empresa y empresario...

Por: Marcelo Forni | Publicado: Viernes 27 de mayo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Aparentemente es una pregunta que resulta fácil de responder. El concepto de empresa y empresario durante mucho tiempo se han cargado de prejuicios ideológicos y connotaciones negativas. Hablar bien del rol de la empresa o del empresario para cualquier autoridad que tenga que someterse al escrutinio popular, se considera un verdadero suicidio. Descalificar cuando un “empresario” lo hace mal y luego generalizar: un deporte.



El discurso público o “relato” excluye a la empresa y si la menciona, lo hace para exigirle siempre mayores aportes. Porter recordaba hace algunos días en su visita a Chile la paradoja actual: mientras más significativo es el aporte de las empresas a un país, más se insiste en atribuirles la causa de los problemas sociales. Las razones son muchas y variadas. La labor del Estado en resaltar la importancia de la empresa en el cumplimiento de sus propios fines y en el desarrollo del país es por decir lo menos “reguleque”. Ante la más mínima presión populista comienza la tensión entre Estado y empresa. Surgen de inmediato los partidarios de un Estado omnipresente que pueda asfixiar a las empresas con más regulaciones. Cuando esas personas hablan después de competitividad, crecimiento económico, empleo e innovación ¿piensan acaso que eso es posible sin empresas? Precisamente el principio de subsidiariedad surge ante la decepción de un Estado que lo quería hacer todo y muchas veces terminaba haciendo nada o muy poco. Cuando se ataca a la empresa, o lo que es lo mismo, no se defiende con convicción su aporte, lo único que se consigue es debilitar a un socio estratégico del Estado en el camino del desarrollo. La visión global de la empresa está íntimamente asociada a la visión del país. Para el Estado no resulta indiferente el rol que juegue la empresa y por eso que, explícita o implícitamente, con sus políticas públicas condiciona el rol que quiere que ésta última juegue en la sociedad. Estado y empresa deben buscar en conjunto la excelencia, la calidad, la mejora continua, la innovación, y la competitividad, entre otros desafíos. Ninguno puede tener éxito a costa del otro. No hay empresas exitosas en países fracasados, ni Estados exitosos con empresas en la ruina. Habiendo quedado hace mucho tiempo claro que el Estado no lo puede todo, ¿por qué se insiste en desprestigiar a la empresa y se dejan de hacer esfuerzos serios para que exista de verdad esta colaboración público privada? El desarrollo y prosperidad de Chile en las últimas décadas fue posible a que en un momento de crisis institucional el Estado asumió su liderazgo, compromiso y convicción con un modelo económico que permitió el surgimiento de muchas empresas que permitieron canalizar la iniciativa de miles de chilenos. No se logra entender la ingratitud con el rol de la empresa en el progreso del país.

La responsabilidad social de la empresa con la ciudadanía supone construir una relación de confianza y credibilidad. Esto no será posible mientras persista esta obsesión por ganar popularidad a costa de su descrédito.

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